Además de como ya he comentado que las vacaciones de verano
finalizaron, Septiembre nos regala una alegría más...
LA VUELTA AL COLE
Para añadir una emoción más a tu depresión post-vacacional, las ya conocidas: vuelta a la rutina, la perdida del moreno (el de la piel, no el que algunas se han ligado en la costa, aunque eso también puede producir depresión), los kilitos de más a base de tortillas de camarones y cañas, el recibo de la VISA del mes de Agosto... en fin todas esas pequeñas cosillas que trae consigo este mes, pues por si fuera poco, nuestros monstruitos empiezan el curso.
A pesar de que nos hemos vuelto previsores y que en los colegios ya el último día de clases, junto con las notas, te adosan el listado de los libros y la supermegalarga lista del material para el curso venidero, como buenos españoles, a lo máximo que llegamos es, a encargarlos en la librería o Centro Comercial más próximo. Y eso no todos, también os lo digo.
Lo del material ya como que lo dejamos para más adelante, que el verano es muy largo y los niños terminan usando las pinturas, rotuladores, folios, etc... y los tienes que volver a comprar, así que para qué.
Entonces no nos queda otra que la primera semana de este mes, hacerlo todo junto y ahí es donde la cagamos, porque te estresas si o si.
Paso nº 1.
Probar el uniforme del curso anterior a nuestros retoños. Que si tu has engordado unos kilitos, ellos ni te cuento con tanto helado, bolsas de chuches y demás guarrerías.
Por mucho que le pidas al angelito que encoja la tripa y que no respire, mientras intentas subir la cremallera, aquello es una batalla perdida, le falta una cuarta a la puñetera falda.
Entras decidida en la página web del colegio (porque ahora son muy modernos
y todos tienen una) y vas al apartado de uniformes, pinchas, buscas falda talla 14 (aunque tu hija solo tenga 9 años, pero es que han sido muuuuchos helados) y ahí es donde te da el soponcio, la falda hortera, feísima y de una tela de pésima calidad, cuesta la friolera de 45 €, agggggggggggghhhhh!!!.
Miras la pantalla del ordenador, miras a la niña, de vuelta al ordenador y la dices:
-Cariño, tu mete tripa que es muy bueno, no subimos la cremallera del todo y el polo lo dejamos por fuera, que en cuanto empieces el trajín del cole adelgazas seguro- la pobre criatura te mira como si estuvieses loca, pero lo importante en este punto, es no sostener su mirada y pasar al siguiente tema, como el que no quiere la cosa.
Paso nº 2.
Es muy típico que justo a 10 días de finalizar las clases en Junio, el niño/niña/mono trepador, destroce de tal manera los zapatos, que ni con el pega todo de Bricomanía tengan arreglo. Por lo que los que tuviste que comprar en esa fecha están impolutos, respiras aliviada, te encaminas al zapatero y con unos calcetines y mucha paciencia, intentas que se los prueben.
Para empezar, el crío que lleva 3 meses asilvestrao, andando descalzo a todas horas o como mucho con las chanclas (esas que ha puesto tan de moda el colgado de Frank de la Jungla), se retuerce como un poseído cuando intentas colocarle los calcetines e inexplicablemente se le ponen a sudar los pies como si no existiera mañana, por lo que pasar los mismos más allá del talón, se convierte en una lucha titánica.
Una vez conseguido el objetivo, introduces el piececito del infante en el zapato y... al puñetero niño le ha crecido el pie, a lo largo y a lo ancho como si fuese un hobbit y eso no tiene apaño por ningún lado, aunque a la pobre criatura le limes las uñas de los pies, hasta hartarte.
Paso nº 3.
Los libros de texto, como hemos dicho anteriormente, como somos previsores, en Junio los encargamos en el Centro Comercial de al lado de casa y como los encargados de estos menesteres en estos sitios, son muy eficientes ( unos pobres críos, a los que contratan puntualmente para este marronazo), hemos recibido nuestro correspondiente mensaje vía móvil, informándonos de que nuestra reserva de libros está completa y podemos pasarnos a retirarla, cuando nos parezca conveniente.
Así que para allá que vamos, con nuestra resguardo en la mano, pensando ilusos de nosotros que va a ser cuestión de 10 minutillos y otra cosa finiquitada.
Pero cuando llegas al stand de reservas de libros, te encuentras con una cola de gente, que ni el cine Callao cuando estrenaron Parque Jurásico (que estuve allí y acabé con ganas de que el Tiranosauro Rex gigante que habían colocado en la marquesina, cobrará vida y acabase con aquel infierno), a lo que voy que me disperso, te colocas en esa fila interminable y vuelves a pensar ilusoriamente que irá rápido... para nada, porque ya hemos dicho que los pobres pringadillos que están atendiendo, no han trabajado nunca en su corta vida, están acobardados y bloqueadísimos ante tanta madre histérica.
Finalmente, cuando llega tu turno, sacan los libritos y te comunican con una risita nerviosa que falta 1, que está agotado en la editorial y están haciendo todo lo humanamente posible, para conseguírtelo. Mentira, te pasas las 3 semanas siguientes llamando por teléfono, para ver si lo han traído y nunca más se supo, al final terminas buscándote la vida por otro lado.
Si no eres del grupo de los previsores y perteneces al de español-español, es decir a estilo me cagoendiez y lo que salga, te toca recorrer todas las papelerías del mundo mundial ( vamos las 4 o 5 de tu barrio, porque si eres de esta clase, no vas a molestarte mucho más) y terminas encargándoselos a "Papelería Lolita", que con cara de pocos amigos, te dice que si, que te los traerá, pero que como está a punto de comenzar el curso, que igual tardan un poco (traducción:te los voy a traer, pero cuando a mi me dé la real gana, que siempre venimos en el último momento y con prisas).
A todo esto ni añadir tiene, el amago de infarto que sientes, cuando llega la hora de pagarlos los compres donde los compres.
Paso nº 4
Una vez mirado, remirado, comprobado, comprobadísimo, por ti, por tu pareja, por todo bicho viviente que pase por casa, que en efecto, el dichoso ISBN (es ese numerito que tiene los libros en la parte de atrás, encima y debajo del código de barras), coincide totalmente con la lista entregada por el centro escolar, pasamos a la ardua tarea de... forrar los libros.
Hay 2 opciones:
El plástico de toda la vida de forrar libros y el más moderno plástico auto adhesivo.
Personalmente prefiero el de toda la vida, aunque tenga que pasarme toda la tarde, cortando tiras de papel celo y pegándolas al borde de la mesa. Algo que en apariencia, es algo sencillo de realizar, a las personas poco mañosas para los trabajos manuales se nos convierte en un mundo.
El forro se te queda o muy tirante o muy flojo.
Al cortar los picos que dan al lomo, a ti se te va la tijera y tanto arriba como abajo, siempre queda un trocito del libro sin cubrir.
El celo se te dobla y se pega en toda las partes imaginables de tu anatomía, y estás encontrando pedacitos del mismo durante 3 días.
Y si miras el resultado por dentro, parece que lo haya hecho alguien pero con los pies, de tanto doblez y celo que has puesto.
Pero si malo es el de toda la vida, no te cuento el famoso auto adhesivo, ese ya es para volverte loca.
Lo retiras de la lámina y automáticamente, todas las partículas que haya alrededor se adhieren al pegamento como si les fuera la vida en ello.
Lo vas pegando al libro cuidadosamente pero te van quedando unas engorrosas burbujitas, que por mucho que las frotes con un paño como dicen, no se van ni a tiros (yo termino pinchándolas con una aguja, en serio).
Y como viene enrollado, cortar la medida para forrar el dichoso librito, necesita mínimo de 4 manos y normalmente cuando te pones con esta tarea, todo el mundo está ocupadísimo en casa.
Resultado... igual de pésimo que el del forro normal pero con un interior mejor acabado.
Por ahora creo que ya son suficientes pasos, los próximos ya os lo cuento en otro momento que tenga inspiración y ganas, que acabo de llegar de la papelería, mi nena no tiene pinta de perder ni un gramo, tengo la mesa repleta de celo, no encuentro los calcetines azul marino y me ha llegado el extracto del banco. Menos mal que yo no me había puesto morena, buffff!!!!.