Deja crecer tu imaginación

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lunes, 15 de mayo de 2017

La leyenda del Clavel Chino






Me encantan las leyendas de todo tipo, siempre que me topo en mis lecturas con una de ellas me dejan totalmente intrigada, ¿cuanto hay de verdad y cuanto de ficción? y lo más importante, ¿cuál es la parte que yo quiero creer y cuál es la que no?.

Ya he dejado claro en otras ocasiones, que creo en la magia, por lo que no es difícil deducir que cuanto más inverosímil y más bella sea la leyenda, más me va a seducir.

Ayer sábado recorriendo el mercadillo de flores, algo que hago muy a menudo puesto que me vuelven loca las flores y plantas (eso no significa que tenga mano para ellas), y habiendo infinidad de tipos y variedades, me inclinase a comprar unas Clavelinas o Claveles chinos.

Además de ser visualmente maravillosas (me fascinó su color), irrumpió en mi memoria una leyenda sobre esta flor que leí hace mucho tiempo y que cumple con todos los requisitos necesarios para que me toque y se quede grabada en mi subconsciente, por lo que a pesar de tener mucho donde elegir, mis miradas terminaban derivando siempre hacia esta flor.

Os dejo la leyenda que he vuelto a buscar después de mi paseo y que he copiado al pie de la letra.


Ocurrió  en  un  vasto  jardín  donde  entre  las  malas  hierbas,  las  más hermosas  flores  exhibían  sus  más  radiantes  y  bellas  formas.  Sólo contemplar  el  espectáculo  los  sentidos  quedaban  plenos.

Algunas,  al  mirarlas,  recibías  la  sutil  melodía  de  Claro  de  Luna  de Claude  Debussy,  otras  te  proporcionaban  a  la  vista  el  sabor  de  las más  exquisitas  frutas  tropicales  y  también  las  había  que  sin  un solo roce eran  el  tacto  del  plumón  de  un  ave  recién  nacida.

Entre  tantas  maravillas  destacaba  una  dulce  rosa  roja  y  un elegante  clavel  amarillo. 













Ambas  sobresalían  no  por  el arrullo  de  sus  voces,  ni  por el sabor dulce  que  pudieran emanar,  ni  por  la  suavidad de seda  que transparentaban.  

Simplemente  eran  tal  y  como  siempre  las  hemos  identificado  en cualquier jardín,  sencillas  y  con  un  pétalo  más  o  menos, igualmente  bellas.

En  su  semejanza  fueron  atraídas  y  cada  anochecer  cuando  la luna jugaba  haciendo  sombras  con  los  rítmicos  recortes  de  los pétalos del  clavel,  la  rosa  intentaba  respirar  profundamente  para  acaparar la  felicidad  que  el  clavel  lograba  en  esos  instantes  pero  su distancia  siempre  la  hacía  llorar.

De  las  lágrimas  que  año  tras  año  resbalaban  por  su  tallo,  fue creciendo sobre  un  terreno  húmedo  y  algunas  lágrimas  legaban  a solidificarse produciendo  espinas  en  el  tallo  de  la  misma  (  por  eso las  rosas  ahora tienen  espinas  ).

Nunca  una  lágrima  queda  insustancialmente  derramada  y  estas hicieron  crecer  día  a  día  el  tallo  de  la  melancólica  rosa  hasta  que sin  haberlo  esperado  y  tras  una  larga  ausencia  llegó  apostrarse  al lado  del  clavel.

Este  que  siempre  había  sido  su  confidente  añorado  y  feliz  de abrazar  su encanto,  quedó  preso  y  arraigado  a  la  rosa,  llegando ambas  flores  a fundir  sus  tallos  y  sus  pétalos  hasta  consumirse.

Sólo  quedó  la  esencia  de  ambas  y  de  ello  nació  un  clavel  chino.



















Se  cuenta  que  cada  noche  de  luna  llena,  cuando  la  misma  juega con  el  clavel  chino,  en  la  sombra  del  mismo  se  contempla  a  la rosa  y  el  clavel  en  su  eterno  abrazo.

De:  Juan Bautista Velasco Pérez.


Estas son las clavelinas o claveles chinos que compré el sábado, estaré muy atenta las noches de luna llena y miraré su sombra.

Espero que la leyenda os haya gustado tanto como a mí y os toque esa parte que todos deberíamos tener de creer en la belleza, lo imposible y el amor, que al final es el todo, el motor que mueve el mundo.


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