Deja crecer tu imaginación

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martes, 9 de abril de 2013

Un día de compras en familia.

El sábado pasado salí con mi chico y mis hijas de compras a un Centro Comercial, hacía un montón de tiempo que no iba a comprar ropa para mí, ya que ultimamente siempre que íbamos a comprarme algún trapito, volvía a casa cargada con bolsas pero, para los demás. Así que en esta ocasión iba firmamente convencida de no ceder, ante miradas de cachorrito abandonado y dedicarme a lo mío.

Antes de salir de casa mi marido ya va pelín estresado, como a casi todos los chicos les juntas en la misma frase, compras, zapatos, centro comercial y tarjeta de crédito y no se que les ocurre que empiezan a ponerse de una tonalidad blanquecina.

Cuando llegamos al parking exterior aquello ya está a rebosar y para entrar en el subterráneo, hay más coches que en las pelis americanas de catástrofes cuando todos intentar abandonar la ciudad al mismo tiempo.

Mientras que rodeamos el centro comercial buscando un sitio donde dejar tirado el coche, me hace la típica pregunta de chico:

-¿Tienes claro lo qué te vas a comprar no?-.

Le devuelvo la mirada con mi mejor sonrisa y le suelto la respuesta obvia:

- Si claro cariño, se perfectamente lo que vengo a buscar, un par de básicos para la primavera-.

Objetivo cumplido, se le relajan un poco los hombros y suelta un suspiro bajito.

No he mentido, he omitido los detalles escabrosos para que las manos no se le queden agarrotadas en el volante y podamos entrar cuanto antes en el centro comercial, que una vez allí ya no tiene escapatoria, no me saca ni a rastras.

Por fin estamos dentro, él se dirige muy seguro al mapa informativo de la entrada, donde puedes localizar inmediatamente donde se encuentran ubicadas las tiendas que quieres visitar. Yo paso ampliamente del mapa y enfilo al primer pasillo.

-Cariño, ¿no miras el mapa? así sabemos como llegar a la tienda que quieres ir-.

- No hace falta cielo, mejor damos una vuelta y ya me oriento yo- haber como le digo yo a este pobre, que no voy a 1 tienda, sino que voy a todas y cuando digo a todas es eso exactamente, entro, miro, doy la vuelta completa y salgo, con las pequeñas paradas de rigor, si hay algo mono que llame mi atención, una media de unos 12 minutos por tienda.

Ya con cara de resignación me sigue con las niñas cogidas de la mano, que es un poco paranoico con ellas en estos sitios y no las pone correa porque cuando la peque era canija unos 4 años, le compró una que iba con un chaleco, pero como el angelito se mueve más que el demonio de Tasmania, la cuerda terminó enganchándose entre la ropa de la tienda y estuvo más de media hora, para conseguir desenganchar a la niña y calmar a las dependientas, en esa ocasión recuerdo que me compré un abrigo precioso, mientras él arreglaba el follón.

Un ratito después, hora arriba hora abajo, ya he recorrido todas las tiendas interesantes que hay, interesantes para mí, las tiendas de mascotas, juguetes, deportes, bricolaje y demás, en esas no les he dejado ni mirar los escaparates, vamos a lo que vamos y no hay lugar para distracciones.

-Bueno ya lo has visto todo y ni te has probado nada ni has comprado, ¿no hay nada que te guste?- me dice con cara de asombrado.

-Si si, he visto cosas chulas, justo lo que quería que te he dicho, un par de básicos para el fondo de armario- esto de los básicos y el fondo se lo digo, porque como no tiene ni puñetera idea de lo que es, el lo asocia con unos pantalones y una chaqueta y se queda tan feliz.

Y ahora ya comienza el verdadero espectáculo, durante más o menos 3 horas y media, le meto y le saco de tiendas, le hago aguantarme el bolso, le mareo con colores, le coloco en la cola del probador, le dejo en la puerta del mismo y le mando a por diferentes tallas, le lleno los brazos de ropa que no me gusta, para que salga y me traiga otra, que las niñas obedientemente sujetan esperándole fuera, que con esta modita de poder pasar solo 7 prendas por persona, a mi es que no me cunde.

Una vez apartado lo que si me llevo de cada tienda, en cada una de ellas ocurre lo mismo, cuando me acerco a la caja y abro el bolso, se le pone una cara de angustia que parece que vaya a sufrir un infarto de un momento a otro.

Yo salgo encantada de todas y con una cara de relajada y satisfecha que es digna de ver, pero cuando se me ocurre mirar a mi familia... por favor!!!, parece que vengan de un campo de exiliados, medio arrastrados y con cara de hambre, entonces es cuando recupero la noción del tiempo, miro mi reloj y me doy cuenta que son las 4 de la tarde y llegamos un poquito antes de las 11. Así que me dirijo a las niñas:

- Chicas venga que os invito a comer- se lo digo sobretodo a la peque, que es una tragona y me está lanzando miradas asesinas y eso significa según ella que auque ella no quiere porque adora a su mami, su cerebro por su cuenta me está poniendo a parir.

Las llevo a un Burguer que las encanta y es rápido, para que se desestresen un poco, porque ellas no lo saben aun, pero esto no ha terminado, he dejado las tiendas de camino al coche para lo último, total nos pillan de camino a la salida.

Un bolso y unos zapatos después y viendo la cara de mala leche que tiene mi chico, decido poner fin a la excursión y volver a casa.

Llegamos a casa, 6 de la tarde y todos hechos polvo, tengo unas agujetas de agacharme a coger ropa del estante de abajo, que me muero, pero mejor no decir nada, que me pueden linchar entre los tres.

Ahora solo tengo que esperar y dejar pasar unos 4 meses, para soltarle con una radiante sonrisa, que necesito un par de básicos de verano, para mi fondo de armario, esperemos que de aquí a entonces, haya borrado de su disco duro esta experiencia.



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