En posición fetal sus piernas encogidas hasta el pecho, la mano izquierda bajo su mejilla, el brazo libre envolviéndose a si misma. El edredón cubriéndola por completo, con un solo resquicio a la altura de su nariz y boca, para permitir que respirara.
La oscuridad y el silencio reinaban en la habitación, cuando algo la sobresaltó.
Sus sentidos intentaban ponerse en marcha a ritmo forzado, luchando por salir de la somnolencia, apenas unos segundos antes disfrutada.
Agudizando el oído pretendía descubrir lo que la había despertado, inútil, lo único que podía escuchar eran los locos y rápidos latidos de su corazón.
Los ojos poco a poco, iban acostumbrándose a la oscuridad, las sombras que tan bien conocía y la rodeaban, en esos momentos adquirían formas tenebrosas que su cerebro, jugaba a convertir en amenazas tangentes.
Esa noche, como cada noche, volvía a encontrarse acurrucada bajo el edredón, inmóvil, intentando ralentizar sus latidos, controlar su respiración, soportar la sequedad de su garganta y luchando por conseguir el valor necesario para destaparse, posar sus pies desnudos en el suelo, tantear con las manos hasta llegar al interruptor de la luz de la lámpara de su lado derecho, seguía durmiendo en ese lado, a pesar de tener la enorme cama a su entera disposición.
Recorrería la casa habitación por habitación, encendiendo las luces en cadena, escudriñando cada ventana, armario, cada recoveco hasta llegar a la entrada, donde comprobaría una vez más, la cerradura y la cadena de la puerta; desandaría el camino, examinando todo de nuevo, al tiempo que apagaría las luces anteriormente prendidas, dejando una absoluta oscuridad a su espalda.
Volvería a su cama, sabiendo que solo estaba ella, tal y como cuando se acostó..
Por esa noche estaba segura, a salvo, ningún monstruo la acechaba en la oscuridad de su casa.
La verdadera pesadilla comenzaría en apenas un rato, cuando su despertador la empujase a levantarse, salir al exterior, es imposible controlar cada esquina, cada cajero, cada portal.
El monstruo podría quedar libre en cualquier momento, había jurado devorarla entre gritos y espumarajos y ella sabía que no cejaría hasta conseguirlo.
Mientras, lo único que la quedaba, era seguir viviendo presa del miedo, la incertidumbre y el desasosiego que da subsistir en una prisión, que al contrario que la del monstruo, no tenía rejas.
Sabiendo que su historia no se encontraba en manos del destino, sino a merced de una tobillera y una orden de alejamiento, que como todos sabemos, en el mundo de esas horribles y monstruosas criaturas, no es impedimento para terminar engullendo a sus víctimas.
Con apenas unas horas del comienzo de este año 2017 ya tenemos la primera víctima de Violencia machista en nuestro país.
Mi relato es simplemente eso, un relato, creo que es imposible ponerse en la piel de tantas y tantas mujeres que sufren cada día esta pesadilla tan real.
Tenemos la obligación de educar a nuestros hij@s en la igualdad, respeto y en la no violencia.
Está en la mano de todos y cada uno de nosotros, impedir que estos monstruos sigan reinando en nuestra sociedad.
Por un año nuevo, que deseo que termine sin una sola víctima más.